Desde que somos niños nacemos a un mundo lleno de expectativas. A nuestro alrededor, las personas más cercanas (familia, amigos…) nos ofrecen su querer siempre y cuando cumplamos una serie de condiciones: “si no compartes tu merienda con tu amigo, mamá se va a enfadar”, “yo no quiero a los niños malos”, “si no haces los deberes papá te va a castigar”…
Empieza desde el primer momento nuestra lucha por obtener el amor de los demás a través de vernos “adecuados” y “válidos” a través de los ojos del otro. Sin embargo, no podemos hablar realmente de AMOR (en mayúsculas).
Lo que intentamos comprar a través de nuestro comportamiento o a través de satisfacer las expectativas del otro no es más que aprobación, un sucedáneo del verdadero amor que nos hemos creído que puede liberarnos del vacío y del dolor.
Perseguir la aprobación de los demás nos lleva a construirnos una máscara, con la cual solemos presentarnos ante el mundo. En ésta, queda reflejado cómo queremos mostrarnos ante la sociedad.
Entendernos a nosotros mismos más allá de esa armadura que nos hemos creado es una labor que implica una gran atención sostenida hacia nuestro interior, pues más allá de nosotros sólo podemos ver a través de dicha máscara, es decir, de una forma muy limitada.
En el proceso de convertirnos en aquello que realmente somos pasamos, normalmente, por repudiar esa costumbre de presentarnos ante el mundo de forma sesgada, manipulada, para atraer la aprobación del otro.
Sin embargo, la máscara también tiene su sentido: nos permite sobrevivir. Sin ella, no hubiéramos llegado a este mismo momento en el cual te encuentras leyendo este artículo. Sin ella, posiblemente ese niño o esa niña no hubiera encontrado la forma de protegerse ante el dolor humano.
Pero, ¿esto quiere decir que ocultarse tras la máscara es lo más adecuado para continuar nuestra vida? La respuesta es: depende. Según tu conciencia querrás cuestionarte y profundizar en tu interior para garantizarte una mejor calidad de vida, o bien preferirás mantenerte como estás.
En cualquier caso, quienes se adentran en la aventura del autoconocimiento, descubren que hay otra alternativa a sobrevivir: la aventura de VIVIR.
¿Qué nos puede ofrecer esta última opción? Aquí es donde sobran las palabras y son sustituidas por las propias experiencias. Se suele decir que vivir supone una auténtica liberación a la opresión de la máscara.
Antes actuábamos de forma automática, “esclavizados” a tener que llevar dicha máscara sin conciencia de ella, pero cuando conseguimos atravesarla, nos damos cuenta de que podemos elegir llevarla o no. Ahora no es ella quien nos lleva, sino nosotros a ella. El “esclavo” encuentra su libertad en este descubrimiento.
Además, cuando nos relacionamos desde la máscara, solemos atraer a nuestro alrededor más personas que se rigen por ella. La elección de mostrarnos tal cual verdaderamente somos, desde el amor que somos, nos rodea de otras personas que sintonizan más con dicha forma de andar por el mundo.
En definitiva, para alguien que ya ha elegido VIVIR, la opción de sobrevivir (más allá de emitir juicio alguno) podría suponer un pasar de puntillas por la vida, sin dejar su impronta en el terreno que pisa.
Es tu elección. No hay decisiones buena o malas, tan sólo aprendizaje.