La pareja: el tercer miembro de la relación

En este artículo comparto una forma nueva de entender las relaciones de pareja, dando la posibilidad de abordarlas desde una concepción distinta a lo habitual. Se trata de la perspectiva con la que en nuestro centro enfocamos la terapia de pareja.
Estamos acostumbrados a ver en películas, series y libros a parejas que se complementan, que se apoyan, que parecen no tener que hacer ningún esfuerzo para estar juntos. En ocasiones esto es así, pero no dura para siempre.
Esta visión idílica de las relaciones acaba confundiendo a muchas personas pues, en realidad, es necesario hacer frente a una infinidad de problemas y querer llevar la relación a buen puerto.
Por todo esto es habitual encontrar a parejas con problemas de base, tales como la falta de entendimiento, o por conflictos que no son capaces de ver. Y es muy probable que gran parte se deba a una interiorización limitada o errónea de lo que es una relación.
Hay varias dimensiones a tener en cuenta cuando se unen dos personas:
a) YO – El amor o la conexión con uno mismo.
Es la manera de entender si realmente estamos centrados, más allá de las circunstancias externas o relacionadas con el otro.
¿Somos capaces de valorar y sentir amor por nuestra propia vida? Si no nos permitimos dedicar nuestro tiempo y energía a cuidarnos y discernir lo que necesitamos para ser felices, exigiremos al otro que nos llene estas carencias internas.
Tener una relación sana con uno mismo es la pieza más importante para poder estar junto a otra persona y crear entre los dos una relación funcional.
Pero, ¿cómo conseguimos esto? Para diferenciar entre lo que verdaderamente necesitamos y nuestras neuras personales hace falta comprender, aceptar e integrar todas nuestras partes, nuestras luces y nuestras sombras.
Cada uno de nosotros no sólo es responsable de su propia felicidad, sino que es la persona que potencialmente está más capacitada para discernir aquello que le hace bien. Dicho de otra forma: nadie nos conoce como nosotros podemos llegar a conocemos.
Solo nosotros mismos podemos conectar con nuestras necesidades, por lo que es nuestro deber expresarlas a la otra persona y ser coherentes.
El amor que ponemos en la pareja es natural y fluye cuando nosotros fluimos. De ahí que sea tan importante cuidarnos individualmente. Porque cuando nos cuidamos eso se nota en el entorno y permite que las personas de alrededor se sientan bien y cómodas con nuestra presencia.
En conclusión, llamamos al amor cuando estamos en el amor.
b) TÚ – Reconocer y aceptar al otro tal y como es.
Aquí llega otra parte realmente difícil. De primeras solemos idealizar al otro en base a nuestras carencias pero, tras un tiempo, el ideal propio del enamoramiento va tomando tierra y al final sólo quedan dos personas al natural, con sus miedos, rarezas y particularidades.
Formamos parejas principalmente porque anhelamos compartir y extender parte de nuestra intimidad. Las relaciones funcionan como un equipo, almas que se unen con un propósito. Si el amor está presente, este propósito no es egoísta, sino que aspira a algo más grande que a nosotros mismos.
Sin embargo somos seres humanos y se nos olvida la naturaleza de la unión, por lo que nos perdemos muchas veces en el camino. Por eso, a veces percibimos la relación como un campo de batalla donde sólo existen dos bandos: tú contra mi y yo contra ti.
En esta percepción de la pareja vemos al otro como una amenaza y, por lo tanto, nos defendemos o procuramos cambiarlo. Es más fácil que el mundo se adapte a nuestros deseos que gestionar todo lo que se nos mueve por dentro cuando nos frustramos.
Por tanto, otro paso importante para asegurar la felicidad reside en dejar de culpar al otro de nuestro malestar para poner así la atención en lo que está en nuestras manos cambiar.
En la terapia de pareja por ejemplo se dedica un espacio a discernir estas cuestiones y reorientar el conflicto hacia la base que pueda sustentar la relación, siempre y cuando se le dé un sentido o propósito a su continuidad.
c) NOSOTROS – La entidad y la vida que subyace a la relación.
Es muy útil pensar en la propia relación como el tercer miembro de la pareja, ya que esta perspectiva ofrece la oportunidad de alzarnos sobre nuestra propia individualidad y poner un espacio en común entre los miembros.
La relación es ese espacio de unión que existe entre las dos personas y que necesitamos crear, cuidar y mantener, más allá de las partes que integran la pareja.
Dicho espacio es inherente a ambos. Esto hace que cada cual tome responsabilidad y asuma su parte con amor. Los integrantes enfocan así su energía en el buen funcionamiento de la relación.
Un ejemplo muy útil es pensar en este espacio como una empresa que cobra vida propia. Al igual que cualquier persona toda empresa tiene sus necesidades y cada integrante cuenta con unos determinados recursos que ayudan a avivarla de la mejor forma posible.
Si no percibimos dichos recursos es importante pedir ayuda para poder seguir hacia delante y crecer así como personas y como pareja.
Cuando hacemos algo por nutrir la empresa todos los integrantes salen beneficiados. Invertir en el cuidado de la relación nos lleva al amor que nos une, más allá de la individualidad de nuestro ego.
No se trata de sentirnos sacrificados si nos movilizamos “por el otro”, sino beneficiados por alimentar el bienestar general de dicha empresa que particularmente también me nutre. Nos movilizamos pues “por nosotros” y ponemos el corazón en entendernos con el otro para cuidar esa empresa.
Así pues, como resumen a este artículo, el buen funcionamiento de cualquier pareja reside en amar nuestra propia vida, aceptar al otro y favorecer con conciencia y cariño el espacio común que nos nutre a ambos.
Sobre José Vertedor
Terapeuta, chamán y coordinador de Terapia Humanista. Ofrece sus servicios como terapeuta y como guía espiritual en el centro. Focaliza su trabajo en la conexión profunda que puede ejercer una persona sobre sí misma, elevando la conciencia y despertando la sabiduría interior. Para todo ello José se sirve de algunas técnicas como reconexiones, regresiones, sabiduría animal, gestalt y EFT, entre otros.