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Vida y espiritualidad

Vida y espiritualidad
15 de julio de 2017José VertedorDesarrollo personalOtras disciplinas

La espiritualidad es un concepto que encierra un significado algo confuso a veces. Personalmente la entiendo como una parte de la vida que hace que conectemos con lo sutil y estemos en armonía con nuestra cuerpo energético. Esto implica un aumento de nuestra paz interior y de la calidad de vida.

Es importante concebir la espiritualidad al servicio de la vida y no como un todo absoluto que no integra lo cotidiano ya que, a mi entender, ésta debe tener un propósito vital. La finalidad puede ir desde mejorar nuestra vida, servir como herramienta a nivel personal y a nivel relacional.

Si bien es cierto que existen muchas doctrinas, escuelas o filosofías que se inclinan hacia la dimensión espiritual o energética del ser humano (yoga, reiki, tai-chi…), todas ellas orientan su base y tienen como finalidad ofrecer un camino de conexión con nosotros mismos a través de la propia experiencia o vivencia.

Con esto entendemos que esta dimensión del ser humano es algo intrínseco a la naturaleza profunda de la persona, que requiere ser descubierta y vivida por cada uno. La palabra “transpersonal” puede ser empleada en estos términos, ya que toda espiritualidad lleva a un viaje a través y más allá de la persona.

En base a la inquietud profunda de las personas y a la necesidad de compartir o enseñar surgen muchos cursos que ofrecen un “bypass espiritual”, es decir, una ascensión rápida o espiritualidad express. Este tipo de talleres y formaciones dan la posibilidad de alcanzar de forma apresurada un estado de vibración mayor, pero suelen imponer un ritmo de aprendizaje muy acelerado, aligerando la introspección, la observación y el acompañamiento personalizado que conlleva este camino.

Cada persona está en un punto diferente en su proceso respecto a los demás, por lo que es importante que se respete el ritmo que cada uno necesita y que sea el propio individuo quien perciba su avance en función de sus parámetros internos.

Cuando se pretende correr mucho o estructurar de forma rígida la experiencia que cada uno necesita vivir, puede ocurrir que la persona sienta un cambio en su interior que no sepa gestionar y le lleve a perder la conexión con la tierra.

La incapacidad de integrar las experiencias en base a esta estructura externa rígida y poco personalizada ha promovido muchas veces que se pierda el contacto con la realidad y que la espiritualidad se convierta en adoctrinamiento y principios dogmáticos que desdeñan los procesos internos del resto por no comulgar con el propio credo.

Considero esto importante debido al daño que muchos sufren por querer ir a los cielos sin tener los pies en el suelo. No se trata de un juicio a estas personas, sino que estamos vivos. Seguimos en el mundo material y, por lo tanto, nuestro presente se manifiesta en gran parte a través de la materia.

Podemos considerar que la vida es un sueño, que estamos lejos de la verdad última, pero aún así sigue ocupando nuestro presente y esto se hace notar en nuestra responsabilidad con las necesidades propias y más básicas de la vida (comida, descanso, relacionarse…).

Cuando iniciamos un camino de crecimiento espiritual es conveniente que éste tenga el fin de mejorar nuestra vida y formar parte de nuestro desarrollo personal. Por eso es necesario prestar atención y, antes de iniciar este tipo de procesos, pararse a tomar conciencia desde dónde lo hacemos.

Si no somos capaces de ver nuestra propia persona (ego), ¿cómo vamos a poder trascenderlo? Hay egos que se enfocan en la espiritualidad como mecanismo de desconexión o como un arma desde la que conquistar la validación de los demás.

La espiritualidad no es el bote salvavidas al que agarrarnos ante nuestros problemas o carencias, sino una percepción sutil que internamente se despierta cuando sabemos identificar y mirar de frente a nuestro ego, dejarlo en un segundo plano y parar a escuchar nuestra voz más profunda que nos abre nuevas puertas.

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